El desafío emocional

Lograr la remisión entre brote y brote es difícil, a veces, porque son muchos los elementos que influyen en que realmente podamos alcanzarla. Quizás porque cada uno de ellos no actúa por igual, porque cada uno tiene su peso, y además, porque cada paciente es diferente. Algunos ejemplos son si podemos acceder o no a un equipo médico especializado, nuestra propia respuesta a los diferentes tratamientos; si cumplimos, además, con ellos y somos adherentes a la medicación; y entre otras muchas variables, nuestra capacidad de reaccionar emocionalmente a los síntomas e interrupciones que conlleva en nuestra vida diaria el tener una enfermedad activa. O eso creíamos.

Hasta ahora conocíamos que los síntomas físicos influyen en nuestras emociones, ¿pero y al contrario?

La asociación entre la enfermedad inflamatoria intestinal (EII) y varios trastornos psicológicos es relativamente bien conocida. De hecho las personas con enfermedad de Crohn y colitis ulcerosa tienen un mayor riesgo de desarrollar problemas psicológicos que la población general. Entre los que se incluye la depresión, la ansiedad y los trastornos de pánico entre otros. Trastornos a los que habría que sumar el estrés que genera la propia EII. Tanto que cabe destacar que la mayoría de los trastornos psicológicos descritos estarían relacionados con el tiempo transcurrido desde que debutó la enfermedad.

Por otra parte, durante el periodo activo de la enfermedad, la ansiedad y los síntomas depresivos son frecuentes, y los problemas psiquiátricos surgen también en el contexto de posibles efectos adversos o secundarios de los propios medicamentos (p.e. corticoides).
 
No obstante, y a pesar de que la base de la coexistencia de trastornos psicológicos con las EII no está clara en términos de causa y efecto, ya se ha descrito que la inflamación intestinal crónica podría inducir alteraciones del comportamiento en humanos. Y hasta aquí, lo que todos conocíamos. Es decir, si estoy mal físicamente, puedo llegar a sentirme mal. Normal.

Sin embargo, lo novedoso es que otros estudios desvelan que la depresión agrava la reacción del cuerpo a la inflamación y puede aumentar los síntomas de la enfermedad de Crohn o la colitis ulcerosa. Es más, existe un reconocimiento creciente de los expertos en este campo de que la angustia psicológica y la depresión pueden ser también responsables en la aparición y/o empeoramiento del curso de la EII.

Lo que ha llevado a algunos investigadores a afirmar que "estamos ante el clásico dilema del huevo y la gallina - la enfermedad de Crohn y la colitis pueden causar depresión y ejercer presión sobre aquellos que sufren de la enfermedad; de la misma forma que la percepción de estrés (que no el estrés en sí) y la depresión pueden aumentar los síntomas e incluso desencadenar un brote". E Independientemente de qué es lo que provoca qué, lo importante ahora es que seamos capaces de identificar qué nos ocurre para que podamos intervenir a tiempo. Así que hablémoslo; porque quizás algún día podamos continuar conociendo los entresijos de la enfermedad, pero mientras la explicación no llega, quienes podemos pasarlo mal somos nosotros. Y quizás no sea necesario. Trabajamos en ello.

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