Virus de papiloma humano y EII

 

Lo que necesitas saber sobre el virus del papiloma humano (VPH) si tienes enfermedad inflamatoria intestinal (crohn o colitis ulcerosa) te lo cuenta Noelia Cano Sanz, enfermera y fisioterapeuta en el Complejo Asistencial Universitario de León (CAULE).

Los virus del papiloma humano (VPH) son un grupo de virus relacionados entre sí. Existen más de 200 tipos y cerca de 40 de ellos afectan a los genitales. En el caso de estos últimos, se transmiten a través del contacto sexual con una persona infectada. Algunas personas desarrollan verrugas genitales por infección con VPH, pero otras no muestran síntomas. La mayoría elimina las infecciones de VPH en dos a tres años sin desarrollar cáncer. Sin embargo, algunas infecciones pueden persistir por muchos años. Estas infecciones pueden generar cambios en las células que, si no se tratan, pueden volverse cancerosas. Por ello, los subtipos de VPH pueden clasificarse en dos categorías de VPH: VPH de bajo riesgo (fundamentalmente subtipos 6 y 11) que causa verrugas genitales, y el VPH de alto riesgo (subtipos 16, 18, 31, 33, 45, 52 y 58) que puede causar varios tipos de cáncer como el de ano, oral y orofaringe, vulva, vagina y pene, aunque el cáncer de cérvix es con mucho el más frecuente. No obstante, es importante saber que la infección por VPH de alto riesgo es la causa necesaria pero no suficiente para llegar a desarrollar cáncer de cérvix. De las mujeres infectadas, la gran mayoría nunca presentarán cáncer. Esto se debe a que han de existir otros factores que modulen el paso de la infección a la transformación tumoral, de todos los que existen, el más importante y reconocido cofactor es el tabaco.

Por ello, las principales medidas preventivas para reducir el riesgo de desarrollar cáncer cervical son:

  • Tabaco: se aconseja a todas las mujeres diagnosticadas de una displasia que suspendan el hábito tabáquico.
  • Uso de preservativo: es eficaz para evitar y/o disminuir la infección en las relaciones sexuales, así como, para la mujer que tiene una displasia y es tratada, ayuda en la curación. Además, protege de la transmisión a la pareja.
  • Anticonceptivos hormonales: son un factor implicado en la modulación del cáncer de cérvix. Por eso, mujeres con un uso continuado de 10 años o más se aconseja abandonarlos. No obstante, el caso concreto de cada paciente debe ser valorado por un especialista.

Otro papel fundamental en la prevención lo ocupan las vacunas frente al VPH. Están elaboradas mediante técnicas de ingeniería genética que permite la creación de unas partículas recombinantes similares a los virus, capaces de activar a las células del sistema inmunológico y desencadenar la formación de anticuerpos específicos contra ellas sin tener capacidad infecciosa. Estos anticuerpos ayudan a neutralizar los virus con los que se contacta y a evitar la futura infección con el VPH. El objetivo a largo plazo de la vacunación, es la prevención del cáncer de cérvix; mientras que el objetivo a medio plazo es prevenir las lesiones precursoras, especialmente de displasia severa.

Actualmente hay diferentes vacunas preventivas disponibles frente al VPH con protección sobre un número diferente de tipos de virus (2, 4 o 9 tipos de virus).

Si bien las anteriores pautas están orientadas a la población general, las personas inmunodeprimidas, como pueden ser los pacientes con EII con  tratamiento con tiopurínicos como azatioprina o 6-mercaptopurina, tienen indicaciones especiales. Así, se recomienda usar siempre la pauta de 3 dosis, independientemente de la edad. El beneficio es más claro en mujeres hasta 26 años pero las de 26 o más también pueden beneficiarse de esta medida. En ningún caso, hasta el momento, está establecida la necesidad de administrar dosis de recuerdo. Tampoco existen datos por el momento, que permitan recomendar esta vacuna en varones afectos de EII. La vacunación puede administrarse en cualquier momento, aunque preferentemente debe administrarse en el momento del diagnóstico, previo al uso de tratamientos inmunosupresores o biológicos, para garantizar el desarrollo de una respuesta inmune protectora eficaz. Al igual que al resto de vacunas, son contraindicaciones absolutas de la administración de la vacuna frente al VPH la hipersensibilidad a alguno de sus componentes o el antecedente de reacción anafiláctica a una dosis previa. Las reacciones adversas son poco frecuentes, siendo más habituales las reacciones locales tipo eritema, dolor e inflamación, si bien pueden asociarse con reacciones sistémicas tipo cefalea y fiebre. La vacunación no está recomendada durante el embarazo, dado que los datos de seguridad son limitados. Si una mujer queda embarazada después de iniciar la pauta de vacunación, se recomienda posponer las dosis restantes hasta después del parto.

Finalmente, una parte de la prevención también se realiza diagnosticando y tratando las lesiones precursoras en lo que se conoce como cribado o screening.

En las mujeres, el hecho de que el cérvix forme parte de los genitales internos, lo hace más susceptible al desarrollo de infección e incluso desarrollo de lesiones precancerosas asintomáticas que pasarían desapercibidas. Sin embargo, partes externas de los genitales femeninos o los genitales masculinos, donde estas lesiones pueden advertirse a simple vista o donde la propia higiene normal reduce el riesgo de infección, no son susceptibles de cribado.

La citología resulta una prueba fundamental de cribado, que permite diferenciar entre normalidad y lesiones de bajo grado o de alto grado. Sin embargo, la sensibilidad de la citología no es completa, lo que significa que no puede detectar todas las lesiones que existen, de ahí la necesidad de repetición anual o trianual. En pacientes inmunodeprimidas, como en el caso de pacientes con EII que reciben tratamiento inmunomodulador, el intervalo ha de ser anual.

Ante el resultado de una citología anormal debe establecerse siempre que sea posible un diagnóstico de confirmación. Se derivará entonces a la paciente para realizar una colposcopia y realizar una biopsia de las lesiones sospechosas. La colposcopia, después de teñir la mucosa del cérvix, permite localizar la lesión y delimita su extensión para realizar la biopsia. La técnica no requiere ningún tipo de preparación anestésica. Durante el embarazo se realizará de igual forma, sin emplear la tinción. En este caso, si precisa una biopsia, el cuello sangra con más facilidad, pero la embarazada ha de saber que esto no supone un riesgo para su gestación.

El tratamiento debe ser individualizado en cada mujer, ya que el mismo resultado de la biopsia en unas pacientes sólo requerirá control periódico, y en otras puede precisar un tratamiento específico.

Existen dos tipos de tratamientos:  

  • La criocoagulación o vaporización por láser: consiste en la destrucción del tejido con frío o luz láser. Su uso se restringe a lesiones pequeñas y de bajo grado. La disponibilidad en los hospitales de la criocoagulación es mayor que la del láser.
  • La conización cervical: suele ser el tratamiento de elección de las lesiones de alto grado. Consiste en la extirpación en el quirófano de un fragmento del cuello uterino (cono cervical) que posteriormente se envía para análisis microscópico. Es un procedimiento quirúrgico sencillo, que habitualmente no requiere ingreso hospitalario, y que como único cuidado posterior requiere que la paciente no mantenga relaciones sexuales, ni utilice tampones vaginales hasta la exploración de control, en el plazo aproximado de un mes.

 

Referencias

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Crohn, Colitis Ulcerosa, Enfermedad Inflamatoria Intestinal, VPH, virus del papilima humano

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